El chileno que tocó el cielo: Felipe Olea y su cumbre en el Everest

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Mientras la mayoría de los mortales apenas soñamos con ver el Everest en una postal, el chileno Felipe Olea no solo lo vio: lo conquistó. A 8.848 metros de altitud, donde el oxígeno escasea y el cuerpo exige rendirse, este oficial del Ejército de Chile izó la bandera nacional en la cima del mundo. En esta entrevista exclusiva, Olea relata en primera persona los desafíos físicos, mentales y emocionales de una travesía que no solo pone a prueba el cuerpo, sino también el alma. Más que una hazaña individual, su ascenso es un testimonio de disciplina, preparación y profundo amor por la patria. Esta es la historia de un chileno que llevó los colores nacionales hasta el punto más alto del planeta.


Felipe, ¿Qué lo motivó a emprender la expedición al Everest en 2012?

“Lo que me motivó es el desafío de ir a la cumbre más alta del mundo, la parte histórica que el Ejército hace muchos años quería ir y poder colocar a sus montañéses en la cumbre. Y aparte el equipo humano que integra por la expedición de esas tres cosas, fueron los elementos motivadores.”



¿Qué sintió al alcanzar la cima más alta del mundo con la bandera chilena?

“Sentí mucha emoción creo que esa es una buena palabra para definirlo, por todo el trabajo de entrenamiento, logrado de haber llegado después de tantos años haber querido estar ahí de darse cuenta de las capacidades que tenemos. emoción por el paisaje y lo pequeño que uno se siente y nutre esas montañas.

aparte sentir mucho frío y cansancio físico por el desgaste”.


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¿Cómo influyó su formación militar en el éxito de esta expedición?

“Creo que la formación militar fue vital en cuanto a rescatar los valores como la disciplina el respeto, la alegría, el trabajo del equipo que son valores y virtudes que dentro la profesión militar se trabajan el día a día, pero ahora en esta expedición se pusieron a prueba junto a otros escaladores civiles y los tres integrantes de la expedición militar.”



¿Qué enseñanzas personales y profesionales le dejó esta experiencia extrema?

“Creo que la gran enseñanza es el trabajo en equipo, el trabajo desafiante y con objetivos claros, pero con un propósito también creo que esos elementos llevaron a llevar esta empresa a buen término y volver todos a casa sano y salvo ese aprendizaje de planificar, ejecutar el entrenamiento, tomar decisiones de ajuste durante la expedición y el compartir un ambiente muy agradable como clima organizacional ha sido una gran experiencia personal y que posteriormente la he puesto en práctica la profesión.”


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¿Qué mensaje le daría a los jóvenes chilenos que sueñan con conquistar sus propias cumbres?

“El mensaje es que vivan su propio Everest. les digo siempre los jóvenes, que ellos busquen sus objetivos altos que no se conformen con cosas mediocres, que definan su ruta, elijan el equipo con quien van a escalar con quién van a ir, tengan claro que van a ver a Avalancha y grietas; que van a haber problemas en el camino, pero que esos problemas trabajando en el equipo es mucho más fácil solucionarlo, Con alegría con valores, sabiendo decir que no también y volviendo atrás para dar tiempo a uno mejor solución.

creo que ese mensaje es una analogía de la montaña que se puede llevar a la vida cotidiana y que los jóvenes chilenos somos capaces de hacer eso de planificar cosas grandes, de trabajar por ella con esfuerzo con dedicación con técnica con profesionalismo y ponerlas a disposición de cumplir nuestros sueños.”


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Escuchar a Felipe Olea es recordar que las cumbres más altas no se conquistan solo con fuerza física, sino con propósito, convicción y trabajo en equipo. Su experiencia en el Everest no es solo una historia de altura, sino de visión, de preparación y de amor profundo por Chile. En tiempos donde necesitamos referentes reales, su testimonio nos recuerda que cada uno de nosotros puede y debe buscar su propio Everest. Porque soñar en grande no es una exageración, es una necesidad. Y porque cuando se escala con valores, incluso el techo del mundo se vuelve alcanzable.