“Con la humildad necesaria para reconocer lo que está a la vista, perdón”, así parte una declaración del histórico jugador de Deportes Iquique Edson Puch, que de esta manera se refiere a la compleja situación que está atravesando el club, el que ha sido calificado por muchos como uno de los momentos más oscuros de su historia reciente.
Lo que alguna vez fue un equipo respetado, con un proyecto deportivo sólido y un norte claro, hoy es un reflejo de improvisaciones, decisiones poco transparentes y una evidente desconexión con su identidad histórica.
Las palabras del iquiqueño Edson Puch resumen el sentir de una ciudad que ve cómo su club se desmorona, afirmando que “Ver a nuestro club en esta situación duele y por eso, lo primero que queremos hacer es pedirle disculpas por no estar a la altura... Gracias por seguir ahí, aún en los momentos más duros”, dice en directa alusión a la hinchada que ha estado en forma permanente apoyando.
Y es que la caída de Deportes Iquique no se resume solo en una tabla de posiciones. Es una caída moral, institucional y emocional. La falta de un proyecto deportivo coherente, el cambio de técnico y jugadores sin arraigo, la poca o nula apuesta por las divisiones inferiores, y un modelo de gestión que ha priorizado el corto plazo, han dejado al club sin rumbo.
Pero en medio del caos, hay un grupo que nunca ha fallado: la hinchada. La barra ha estado ahí, en los momentos más felices y también en los más amargos. No ha soltado, como dice Puch. Ha seguido creyendo, no por ingenuidad, sino por amor genuino a una camiseta que representa a toda una región.
Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo revertir esta caída?
Primero, reconocer los errores no solo con discursos, sino con acciones. El club necesita una refundación desde lo institucional: mayor transparencia, apertura a la comunidad, y sobre todo, un compromiso real con un proyecto a largo plazo. Apostar por talentos locales, fortalecer las series menores y devolverle al hincha un rol protagónico.
Segundo, abrir espacios de participación a quienes sí entienden la historia del club, quizás generando vínculos con jugadores históricos que puedan traspasar su experiencia a las nuevas generaciones.
Y finalmente, respetar a los que nunca se han ido: a esa barra que canta con sol o derrota. Que viaja kilómetros para ver a su equipo y que nunca dejó de creer.
Deportes Iquique puede volver a levantarse. Pero para lograrlo, hay que volver a las bases. No se trata solo de ganar partidos, sino de recuperar el alma. Y esa alma vive en las gradas del estadio “Tierra de Campeones”.